Compramos esto para Oliver cuando tenía 29 meses, y al principio era bastante difícil, tanto que nunca quería hacerlo sin nuestra ayuda. Pero después de un par de semanas, un día yo estaba poniendo a Emily a dormir y había pedido a Oliver que me esperara en el salón y jugara solo. Emily tardó un poco más de lo normal en dormirse, así que me esperaba que Oliver viniera a por mí, pero en cambio me lo encontré sentado a su escritorio trabajando en sus puzzles (“Oli working”, me dice) hasta que tuvo los tres hechos.
Esto es el poder de la concentración—algo que siempre hemos trabajado en casa, y que refuerzan maravillosamente en la escuela Montessori—y pasa solo cuando la dificultad del juguete y el interés está en perfecta sincronia.
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