Esta vez, he elegido dos memoirs (un género que me encanta—tan personal pero tan fácil de relacionarte) y estoy enamorada de ambos: el emocional When Breath Becomes Air por Paul Kalanithi, una exploración maravillosa de la muerte, el tiempo y la felicidad—estaba llorando ya al final del primer capítulo—y el divertido, pero aún así sabio y agudo Yes, please! por Amy Poehler (la adoro desde uno de mis programas de televisión favoritos, Parks and Recreation).
En este último, acabo de leer una cita que me encantó:
Tengo muchas amigas que han tenido un parto natural. Las aplaudo. Tengo amigas que han usado matronas y bolas de parto y parido bebés en bañeras y taxis. ¡Tengo una amiga que tuvo dos bebés en casa! ¡En su cama! ¡Su nombre es Maya Rudolph! ¡Es una maldita campeona de bebés y parió a sus dos bombones al estilo La casa d ella pradera!¡Bien para ella! No para mí.Ese es el lema que las mujeres deberían repetir constantemente una y otra vez. ¡Bien para ella! No para mí.
No hay una sola forma de ser madre, lo sé intelectualmente. Pero a veces es difícil no compararme con otras madres maravillosas que admiro y respeto. Las que usan pañales de tela (la obvia solución ecológica), las que cocinan comidas increíbles y frescas para sus hijos cuatro veces al día, las que compran todo orgánico, las que van a los cafés para familias para jugar con sus hijos (yo busco un descanso de ellos cuando voy a esos sitios).
Hay veces en que aceptar un desafío (personal), en que tengo ganas de luchar para cambiar mi manera de ser madre por una causa en la que creo o para convertirme en una persona mejor según mis creencias en constante cambio (al fin y al cabo, ¿no aprendemos todas a medida que vivimos?).
Todas las demás veces, “Bien para ella, no para mí”.