Me ha emocionado porque el padre de mi hijo es la persona más maravillosa que yo conosca y nos ama más que nada. Porque habla con Oliver como si pudiese entenderle y le cuenta las cosas de la vida y la evolución del mundo. Porque nos hace reír cuando estamos tristes. Porque vuelvo a enamorarme cada vez que hace reír Oliver a carcajadas o juega con él dulcemente. Porque nunca tiene un día malo. Porque no deja pasar un día sin decirme que soy hermosa—hasta con la barriga más redonda y el culo menos alto—y a Oliver cuanto le quiere. Porque está siempre allí cuando le necesitemos. Porque cuando discutimos me obliga a cogernos de la mano y me dice “estará todo bien, somos amigos”. Porque cuando ve un trozo de papel en el suelo, lo recoge y lo tira. Porque es onesto y altruista y da a todo el mundo el beneficio de la duda—hasta cuando no se lo merecen. Porque enseñará a Oliver a ser como él. Porque nunca me dejará mal delante de nuestros hijos. Porque sabe que a veces hay que pensar en la muerte para preparase a la vida—y no le da vergüenza a llorar conmigo cuando lo hacemos. Porque me enseña a ser cada día más una persona que amo y respeto. Porque es reservado, pero acepta que yo soy sociable y extrovertida. Porque tiene ganas de pasar unas horas solo con Oliver y “si llora le abrazo fuerte y le consuelo. No te preocupes, estaremos bien”. Porque puede tragar el orgullo y cambiar para nosotros. Porque no se si le doy tanto como él nos da a nosotros—pero a él no le importa. Porque en esta vida loca y impredecible, me hace creer que conseguiremos envejecer juntos y grises.
Esto es para ti, my love.